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Programa Nacional

Elementos ortopédicos

Buenos Aires

3 de febrero de 2011

“El básquet es una representación de libertad”

 

Vive en Buenos Aires. Tiene 28 años, y su familia está compuesta por dos hermanas y una sobrina. Gustavo Villafañe es una historia de vida que merece ser contada, compartida con quienes tengan ganas de leerla. Tras muchos años de haber trabajado arduamente en la calle pidiendo colaboraciones monetarias en distintos semáforos y de continuar haciéndolo en la actualidad, aunque con menos frecuencia, el protagonista de estas líneas practica básquet sobre sillas de ruedas y, hace unos meses, tras haber integrado el plantel de un club de Buenos Aires, se “pasó” a CILSA en esa misma ciudad. Es decir que en la actualidad, este joven de tez trigueña, ojos verdosos y cara redonda es la última incorporación al conjunto que dirige técnicamente el profesor Gonzalo Seibane.

Villafañe está en silla de ruedas desde el año 1992, oportunidad en la que sufrió un accidente de tren perdiendo como consecuencia las piernas y un brazo. Su amor por el básquet adaptado comenzó a los 16 años, momento en el que inició la actividad “con mucho esfuerzo ya que no tenía ningún referente -por mi discapacidad- para copiar. Eso me llevó a trasladar lo que otro jugador podía hacer con las dos manos y hacerlo yo mismo con una sola”. Para este joven que luce una remera musculosa naranja y un bermudas en el cual se puede el predominio de un azul petróleo el entrenamiento siempre le costó más. Un tanto más que al resto de sus compañeros, porque estaba entre sus propósitos alcanzar un mejor nivel de juego.

Cuestión de amor

“El básquet me gustó desde la primera vez que lo vi. Me impresionó mucho la libertad de movimiento que te da, no sólo por la práctica del deporte mismo sino también al momento del juego. Por eso pienso que el básquet es una representación de libertad” —aseguró con los ojos vidriosos Villafañe al tiempo que agregó que este deporte lo había beneficiado en todo lo relativo a movilidad y concentración. “También me ayudó a desenvolverme en la vida como individuo” —expresó.

Sobre su paso a CILSA, Villafañe dijo haberse desvinculado de su club “por el nivel de entrenamiento que tiene esta organización por la inclusión; además para cambiar un poco de aire…». Con los jugadores de CILSA dice llevarse bien, a muchos los conoce de antes, pues en las concentraciones e incluso en los viajes mismos se veían. “No fue nada difícil hacerme más amigo”.

Libertad, en primera persona

Este nuevo integrante de CILSA afirma sentirse pleno de hacer lo que siente, cuando juega. Aún más, Villafañe sostiene firmemente que el básquet le brindó toda la movilidad que no habría podido obtener de otra forma, pues un tiempo de antes de iniciarse en éste practicaba natación y, no obstante “sólo me generaba cierta libertad dentro del agua. En cambio desde la silla siento que puedo ir para todos lados”.

Sin lugar a dudas, a este joven luchador no le falta voluntad para mejorar día a día. Aunque afirma que la vida no le fue fácil, ni le sigue siendo, en algunos aspectos: “la vida es un sacrificio constante para mí, pero también tiene sus lados buenos y éstos son los que te hacen levantarte todos los días y seguir peleando”.

A poco de culminar esta suerte de encuentro, el protagonista de esta nueva historia de vida comparte sus anhelos: “aspiro a ser el mejor jugador. Yo llegué a conformar un equipo entrenando mucho. Llegar acá me significó entrenar tres turnos durante cuatro años seguidos y bajar 30 kilos. Hoy en día entreno bastante con el equipo y además en mi casa practico mucho dribling”.

“Intento no tener miedo. Es que el miedo te paraliza, te deja quieto. Uno no tiene que preocuparse por sentir miedo, sino ocuparse de ese miedo”.

Lic. en Comunicación Social Estefanía Capovilla

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