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14 de marzo de 2020

El “paso” del tiempo

Hay que admitirlo: vivimos en una época en la cual la vejez es un defecto, de modo que si no se es joven al menos hay que parecerlo cueste lo que cueste, tal como dan cuenta las siderales sumas recaudadas por la cosmética y las ramas de la medicina dedicadas a disimular los efectos del paso del tiempo.

Tampoco está bien visto asombrarse, ni mucho menos escandalizarse, con los vaivenes de la moda o con los cambios en los usos y costumbres sociales, bajo pena de ser etiquetado como un “viejo retrógrado”; de modo que son muchas las opiniones que callamos las personas que alcanzamos cierta edad, no sólo por la exigida “corrección política”, sino también para fingir una adaptación a un mundo que nos pasa por encima.

Y lo de pasarnos por encima no es una simple imagen sino que en muchos casos es literal, porque frente al auge de la vida sana, la actividad física y la protección del medioambiente, pululan en los centros urbanos vehículos como bicicletas, triciclos, cuatriciclos, patines, patinetas, monopatines y otros artefactos de una sola rueda cuyo nombre desconozco o, como decía el más ilustre de los desadaptados a su tiempo, Don Quijote de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, que se suman al infernal tránsito automotor para hacer nuestro camino más difícil y azaroso.

Estos curiosos medios de transporte, en algunos casos con tracción a sangre y en otros con motor, son tripulados por personas que circulan tanto por las calles como por las veredas, a una velocidad y con una temeridad que no sabemos si es fruto de su propia decisión o producto de la falta de destreza en el manejo de los nuevos artefactos.

Y si se conjugan los dos factores –el de la compulsión por disimular la edad con el uso de los nuevos rodados- se producen espectáculos frente a los cuales contenemos con esfuerzo nuestra retrógrada tentación a la risa, cuando vemos a bordo de sus monopatines, como en un capítulo del inolvidable Chavo, a personas de avanzada edad, con piernas peludas y pantalones cortos, desafiando altivamente y sin complejos al paso del tiempo.

Por Patricia Giglio

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