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17 de junio de 2016

Silvia Carranza, un ejemplo de vida

 

Es una de las más de 5.600.000 de personas en la Argentina que padece una discapacidad y preside CILSA, ONG que trabaja por la inclusión desde hace más de 50 años.

Tiene 60 años de edad, se moviliza en sillas de ruedas y vive en Capital Federal. A los siete meses le diagnosticaron poliomielitis sumada a meningitis. Estuvo 90 días con un pulmotor que le salvó la vida. Años después la operaron en ALPI. A los seis, por primera vez, pudo mantenerse en pie gracias a dos prótesis, un corsé y dos muletas. Cursó la primaria en escuelas públicas y domiciliaras como consecuencia de siete operaciones. Gracias a la beca de un Rotary Club cursó la secundaria. Tras ser discriminada en dos colegios se recibió en una academia cursando libre. Desde los 15 y hasta los 26 años trabajó en la Municipalidad de San Martín, hasta que se casó con un jugador de básquet sobre silla de ruedas que conoció al interesarse por ese deporte. Con él tuvo un hijo convencional que práctica la disciplina de sus padres. En 1987 ingresó a CILSA como coordinadora deportiva del club CILSA Buenos Aires. En 2011 obtuvo el Premio Bienal ALPI, “por superar con voluntad y fe las dificultades de su vida”; en 2014 recibió el «Premio Pro-Liga Comportamiento Humano» y fue designada «Personalidad Destacada de los Derechos Humanos», por la Legislatura de la Ciudad Autónoma de la Ciudad de Buenos Aires. El 6 de junio del mismo año recibió el Premio  Domingo Faustino Sarmiento, la máxima distinción que otorga el Honorable Senado de la Nación. Desde fines de 2012 es la primera mujer que preside CILSA, ONG que el 14 de mayo pasado cumplió 50 años de vida.

“Todo lo que hago, no lo hago solo por aquello que no tuve sino por aquello que tuve y quiero que los demás también tengan”. Esta frase que escribió y pone en práctica todos los días, desde que sale a trabajar y regresa a su hogar, pertenece a Silvia Carranza, la presidente de CILSA, una organización no gubernamental (ONG) gestada en la provincia de Santa Fe que, el 14 de mayo pasado cumplió 50 años de labor ininterrumpida por la inclusión de las personas con discapacidad.

Justamente, Silvia es una de las más de 5,6 millones de personas en la Argentina que padece una discapacidad. Porque a los siete meses de nacer (26 de julio de 1955) en la ciudad bonaerense de Avellaneda le diagnosticaron poliomelitis (acompañada de meningitis), consecuencia de una epidemia propagada en toda la Argentina. A raíz de ello, durante tres meses tuvieron que colocarle un pulmotor o resucitador para mantenerla viva.

Cinco años más tarde y por recomendación médica, Silvia comenzó a someterse a operaciones (siete en total) en los quirófanos de la Asociación para la Lucha contra la Parálisis Infantil (ALPI). Luego de eso y por primera vez, pudo ponerse de pie merced a dos prótesis, un corsé y dos muletas. “En los recuerdos vagos que tengo, apenas podía caminar; gateaba, me tenía que arrastrar”, rememora la leonina de 60 años.

Colegios, beca y discriminaciones

Era la época donde cursaba el cuarto y sexto grado en la Escuela Domiciliaria 501 (el primer grado superior, el segundo y el séptimo, lo hizo en el Colegio de la Inmaculada Concepción; en tanto, el tercero y el quinto grado, en la Escuela Municipal N° 13), de la localidad de José León Suárez. “En el Colegio de la Inmaculada Concepción iba a ser abanderada, pero comenzaron las cirugías. Cuando volví, el abanderado ya era otro. Pero al ser mejor promedio de la escuela primaria obtuve una beca del Rotary Club de José León Suárez. Eso me puso muy feliz porque con ella no solo iba a cursar la secundaria en un colegio privado, sino que me permitía viajar en un micro”, dice Silvia señalando que era una etapa en que le pusieron piedras en el camino. Ya que en dos instituciones de Villa Ballester (Instituto Santa Ana e Instituto Holters Schule) la discriminaron y no la aceptaron, esgrimiendo respuestas insólitas. “Porque el aula estaba en primer piso, porque se podía caer y otros pormenores”, recuerda.

Respuestas que la pusieron más fuerte. Ya que decidió golpear las puertas de otras instituciones. Hasta que una de ellas se la abrieron: la de la Academia Rivadavia, en la ciudad de José León Suárez.  “Era una especie de Academia Pitman y quedaba a cinco cuadras de casa”, apunta Silvia señalando que terminó la secundaria en forma libre.

 

Conciencia solidaria y trabajo para ayudar en el hogar

Como gratitud al Rotary que la había becado, decidió hacerse rotaria. Más precisamente en el Interact, rama juvenil de un club rotario. “Fueron mis primeras incursiones en la ayuda social”, afirma Carranza recordando que su madre enviudó cuando ella tenía solo 2 años.

Aunque siempre colaboró con el kiosco atendido por la familia, a los 15 años decidió ayudar a la economía hogareña. Dado que comenzó a trabajar en la Municipalidad de San Martín. Pero bien de abajo, como cadete en Inspección General. Sección donde se desempeñó hasta los 21. En forma simultánea, como percibía un magro sueldo, hacía cobranzas para un diario local.

“Siempre fui buscavidas”, revela Silvia indicando que luego recibió la notificación de traslado a la Secretaría Privada del Intendente. Allí, estuvo cinco años, “llegando a ser Jefa de la División de Despacho”, rememora con orgullo la mujer que, con solo 21 años, se convirtió en la jefa más joven del municipio.

 

Mudanza, casamiento e inicios en el deporte

Un día decidió presentar la renuncia. Ya que se había mudado al barrio porteño de Pompeya, a los pocos meses de haber contraído matrimonio con Luis Paz. Un jugador de primera división de básquet en sillas de ruedas del Club Unión Deportistas Argentinos Lisiados (CUDAL), que había conocido en el Servicio Nacional de Rehabilitación, mientras ella hacía sus primeras experiencias en este de deporte. Deporte del que se enamoró gracias a una amiga, que había conocido en ALPI, durante la infancia.

Fruto del matrimonio con Paz (de quien está separado), nació el único hijo, Federico. “Fue todo un desafío tenerlo -admite Silvia haciéndose la pregunta de muchos-. ¿Cómo me manejaré con un hijo? Pero como yo veía a muchas amigas mías con discapacidad que los tenían, dije por qué no. Lo que sí sé y me quedo tranquilo es que a Federico le ofrecimos todo el resto de oportunidades en la vida convencional. Después él hizo la elección. Porque prefiere más jugar al básquet en silla de ruedas que al básquet convencional”.

 

Selección Nacional, labor ejecutiva, Personalidad Destacada de los Derechos Humanos

En 1987, Silvia Carranza emigró primero al Club CILSA Santa Fe y luego, al similar de Buenos Aires, en donde jugó hasta 2009. “Integré la Selección Nacional en los Juegos Panamericanos Panasir ’90, en Venezuela, y Juegos Mundiales ’92, en Aylesbury, Inglaterra”, apunta comentando que en 2010 fue coordinadora de un Torneo Internacional en Montevideo, Uruguay. Al mismo tiempo, comenzó a realizar la coordinación deportiva de la ONG. Del 2004 al 2007 fue miembro de la Comisión de Discapacidad del Foro del Sector Social. En 2005 se convirtió en secretaria de la Comisión Directiva de CILSA. Luego fue directora de acciones institucionales y programas sociales, hasta que en 2008 alcanzó la vicepresidencia de la institución.

El 3 de marzo de 2011 obtuvo el Premio Bienal ALPI, “por superar con voluntad y fe las dificultades de su vida”. “Cuando recibí la estatuilla, me pidieron que diga una frase. Elegí una de la Madre Teresa de Calcuta: ‘Si no puedes correr, trata; si no puedes trotar, camina; si no puedes caminar usa un bastón, pero nunca te detengas”, rememora Silvia Carranza,

En 2014 recibió el «Premio Pro-Liga Comportamiento Humano», distinción que otorga la institución homónima. También fue designada Personalidad Destacada de los Derechos Humanos, por la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El 6 de junio del mismo año obtuvo el Premio Sarmiento, el máximo galardón que entrega el Honorable Senado de la Nación.

En diciembre de 2014 fue designada Personalidad Destacada de los Derechos Humanos, por la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Desde fines de 2012, Silvia Carranza es la presidenta de CILSA. Al respecto, dice: “Estoy feliz por alcanzar el máximo cargo de la ONG. No por la palabra, sino por poder decidir (en equipo, por supuesto) muchas cosas que le pueden beneficiar a la persona con discapacidad.

Para obtener más información o colaborar con la institución sin fines de lucro, ingresar a www.cilsa.org

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