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28 de octubre de 2020

Tercerización

En muchos de los países golpeados por la pandemia de COVID-19, los gobiernos sufrieron un gran descrédito por la forma en que se manejó tanto la salud pública como la economía.
Los reclamos sobre la gestión deficitaria de las políticas públicas de prevención y asistencia frente al ataque del flagelo, afectaron severamente a los oficialismos que se mostraron en ocasiones ausentes o faltos de reflejos, en general erráticos y desorientados, más preocupados por la cuestión sanitaria o la económica, y con reacciones unas veces exageradas y otras ausentes o negacionistas.

Acostumbrados como estamos, afortunadamente, a la forma de organización democrática, muchas veces olvidamos -a la hora de emitir nuestro voto para investir a otros con autoridad y poder- que estamos poniendo en sus manos nuestra vida y la de nuestros seres queridos.

El Estado no sólo monopoliza la fuerza pública, sino que también puede intervenir en un conflicto bélico obligando a sus ciudadanos a matar y morir, privar a sus gobernados de la libertad o la vida como castigo, y tomar medidas de prevención, protección y atención de la salud de la comunidad, tanto en situaciones normales como ante grandes crisis.

El tiempo dirá si las autoridades de las naciones víctimas de la pandemia superarán la prueba de rendir cuentas ante sus mandantes por la gestión de la emergencia, pero es probable –y sería muy saludable- que a partir de esta dura prueba para gran parte de la humanidad los ciudadanos sean más prudentes a la hora de delegar su soberanía, conscientes de que, entre otras cosas, están poniendo en manos ajenas –o tercerizando- el cuidado y preservación de su propia vida.

 

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Por Patricia Giglio
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