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12 de abril de 2020

Vilas-Clerc: Dos que llegaron a lo alto y no se hablaban

La increíble historia de dos tenistas que fueron top ten, contemporáneos y que una vez estuvieron a punto de ganar la Copa Davis sin dirigirse la palabra. Hoy son grandes amigos.

 

 

Hace poco tiempo se cumplieron 50 años de la separación oficial de Los Beatles. Como muy bien lo tituló el diario La Nación, era una «separación cantada». Ya hacía tiempo que el grupo más importante de la historia de la música estaba terminado. El cruce en la relación de Lennon y McCartney, sus líderes, fue brillantemente descripta por el escritor Peter Carlin, autor de la biografía de Paul. «Había algo de mezquino en la relación entre Paul y John. Pero esa competitividad era parte de lo que los hizo ser tan brillantes juntos: retándose para conseguir logros artísticos mayores. El amor los mantuvo unidos, pero la presión los hizo comportarse de manera lamentable, sobre todo al final».

Algo de esto se podría traspolar a lo que pasó con dos de los tenistas más brillantes que tuvo Argentina en su historia: Guillermo Vilas y José Luis Clerc. El primero había sido el encargado de que el tenis se convierta en algo popular en nuestro país. Llegó a ser número uno en los tiempos en que todavía no existía el ranking. Tuvo grandes logros y fue el hombre que decidió cargarse sobre sus espaldas la ilusión de ser campeón de la Copa Davis.

Clerc surgió al poco tiempo. Eran momentos duros, porque había enormes figuras en ese tiempo, arrancando con el increíble e invencible Bjorn Borg, aquél sueco apodado «el hombre de hielo», que luego tuvo muchos problemas económicos y su vida cayó en desgracia. No era el único. John McEnroe, Jimmy Connors e Iván Lendl eran esas otras figuras casi imposibles de vencer.

En 1981, ni Vilas ni Clerc se habían destacado por actuaciones trascendentes en los torneos de Grand Slam. Apenas alguna llegada hasta cuartos de final y punto. Uno estaba quinto y el otro sexto en el ranking. La Copa Davis había cambiado el formato, pero Argentina comenzó a avanzar en el torneo con ellos dos dispuestos a dar pelea. Había una particularidad: Vilas y Clerc no se hablaban… Sí, si, tal cual lo leyó… Vilas y Clerc no se hablaban, pero sin embargo jugaban el dobles.

No es exactamente necesario conocer los motivos o el nacimiento de ese enfrentamiento. El tenis es un deporte individual, con egos y donde es muy difícil que esas personalidades tan particulares, fuertes, avasallantes y egoístas, puedan unirse. Pero tiraban para el mismo lado. Tenían un objetivo en común y un «nacionalismo» –o un pronunciado deseo de pasar a la historia- que los llevaba a dar todo de sí, por más que esa aspiración no sea suficiente para dejar de lado enconos y mezquindades.

Clerc reconoció: «le tuve bronca a Vilas». No obstante, hubo un gesto con su hija, que le hizo cambiar de opinión y olvidar esos rencores. Eso pasó cuando ambos habían dejado la práctica activa. En diciembre de 1981 tuvieron una chance de hacer historia y casi lo consiguen. Las circunstancias estaban dadas. En la etapa clasificatoria, habían dejado en el camino sucesivamente a Alemania, Rumania y Gran Bretaña. Ricardo Cano y Eduardo Bengoechea eran los otros integrantes del equipo. Cano había sido el compañero de Vilas en tiempos anteriores, pero la ayuda que le daba al gran «Willy» era escasa. Se necesitaba alguien que esté un poco más cerca, casi a la par. Y allí apareció José Luis Clerc.

Quizás, el choque de personalidades y el hecho de que muchos empezaron a compararlos, haya sido uno de los motivos de un distanciamiento precoz que no mermó, en definitiva, en el rendimiento de ambos para la búsqueda de esa ensaladera que tanto se ambicionaba y que costó décadas conseguirla.

«Los dos sabíamos que estábamos defendiendo los colores argentinos. Yo desayunaba acá y él desayunaba allá», cuenta Clerc. «Se metieron un par de muchachitos ‘pesados’ en el medio», dice Vilas. «Una vez jugamos contra Checoslovaquia en Buenos Aires, Lendl nos ganó a los dos y sacaron una solicitada en contra de Vilas. Eso estuvo mal. Yo una vez me negué a jugar, en la época de los militares y me mandaron la DGI al lunes siguiente. Pasaban cosas muy feas», concluye Clerc.

Hasta que llegaron a la famosa final en Cincinatti. No estaba Connors en Estados Unidos, lo cual suponía una ventaja. Pero estaba McEnroe y, además, los norteamericanos tenían la mejor pareja de dobles del mundo: McEnroe-Fleming. Arrancó perdiendo Vilas con McEnroe, pero Clerc le ganó a Roscoe Tanner. Al día siguiente fue el dobles. Brillante actuación de Vilas-Clerc, que estuvieron a punto de ganarlo y lo perdieron en cinco sets con una definición tremenda. ¡Cómo habrá sido de duro el partido, que McEnroe le gritaba cosas a Vilas cuando se encontraban en la red para ponerlo nervioso, algo que motivó la protesta de la dupla argentina! La pregunta del millón es: ¿se habrán hablado en ese momento para ponerse de acuerdo y reclamarle al árbitro por la actitud de McEnroe?

En el quinto set, la victoria de la dupla McEnroe-Fleming fue de 11-9, fiel reflejo de lo durísima que resultó aquella batalla. De ganarla, habría sido el pasaporte a levantar la ensaladera. Al otro día, Clerc no pudo con McEnroe, aunque también le dio batalla y lo perdió en el quinto set al partido. Después, Vilas y Tanner ya no necesitaron enfrentarse.

Hoy, Vilas y Clerc son amigos. Hace 39 años, eran los mejores tenistas argentinos, estaban en el top ten y llegaron a jugar la final de la Copa Davis, pero no se hablaban. Una historia casi imposible de entender y que ambos se encargaron de justificar y clarificar con una misma frase: «Nosotros estábamos peleados, nos teníamos bronca, no nos hablábamos ni adentro ni afuera de la cancha, pero había algo que nos unía: jugábamos por Argentina».

                                                                                                                                                  Por Enrique Cruz

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