Magalí María Parpal tiene 10 años. Vive en el barrio Alto Verde con su familia. Es la penúltima de seis hermanos, cinco mujeres y dos varones. El mayor tiene 26 años y su única hermana menor, Lara, tiene seis.
Esta pequeña nunca pudo caminar porque nació con hidrocefalia y mielomeningocele. Según su mamá, Gladis, ésto pudo deberse a que cuando ella quedó embarazada se encontraba en tratamiento por una infección urinaria, descalcificada y anémica, tomando mucha medicación y sin el ácido fólico suficiente sugerido. Por ello, le faltó la formación de una parte de la columna vertebral.
A pesar de que su mamá tenía la esperanza de que ella en algún momento pudiera caminar, y le parecía muy triste tener que ponerla en una silla de ruedas, los Parpal se animaron a tramitarla en CILSA, gracias a que el abuelo paterno era socio y conocía la ONG .
Así fue como Magalí recibió su primera silla de ruedas cuando tenía cuatro años. A la entrega fue con su papá, y mientras él hablaba con el personal de CILSA, ella se fue al patio, como si ya hubiera tenido otra silla. Y nunca más paró… al año siguiente empezó a ir a preescolar y continuó la primaria en la Escuela Amenábar.
Hoy está en quinto grado y es muy querida por sus maestras y compañeros. Le encanta ir a jugar a la plaza que está al lado de su casa, y hacer mandados por el barrio. Se las arregla muy bien sola, pero disfruta de la compañía de su buena amiga Lara, compañera de travesuras y andanzas .
Cuando empezó a ir a la escuela, ésta no estaba preparada para que una persona con discapacidad motríz pudiera desenvolverse con autonomía. En primer grado, los alumnos de 7° grado junto con la cooperadora, realizaron beneficios para poder hacer algunas rampas. Y gracias a eso, Magalí puede acceder a cualquiera de los patios de la escuela, al salón de actos y al aula con total autonomía.

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