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1 de junio de 2022

«Tenemos que tener una voz y producir nuestro conocimiento»

Es docente, investigador y cursa una Maestría en Artes con el apoyo de una beca de CILSA. En esta nota, comparte sus experiencias en relación al trabajo intelectual y la discapacidad.

Ariel Ilzarde vive en Tandil y es docente de Historia. Actualmente, cursa una Maestría en Artes en la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNICEN), con el apoyo de una beca de CILSA. Se dedica a la investigación de la historia del arte y escribe artículos en revistas de divulgación científica. Hace poco publicó un artículo en el libro Simulacros de Edgardo Gutiérrez, como resultado de un trabajo de investigación.


Estoy de naranja porque este es el mes de la esclerosis múltiple”, dice Ariel en su presentación vía zoom. En 2014, cuando transitaba la etapa final de su carrera de grado, fue diagnosticado con “la enfermedad de las mil caras”, expresó para referirse a los diferentes estados que presenta la enfermedad. A pesar de los momentos de fatiga y dolor, nunca postergó sus planes.

Llegó a CILSA a través de las redes sociales, buscando apoyos que le permitan encarar su proceso universitario no sólo en lo económico, sino también con el material de estudio y el acompañamiento. Nostálgico, recuerda haber visto un spot de la ONG en los años 90. “Era muy loco, porque era un mundo distante para mí”, afirma sobre ese recuerdo.

Años más tarde, transitando tratamientos y rehabilitación, comenzó a reconocer algunos mitos y prejuicios que le hacían un poco de ruido. “Cuando conocí a CILSA, asociaba la discapacidad a la silla de ruedas. Un concepto totalmente erróneo. Yo quiero otra imagen para nosotros”. Desde allí, reconoce que comenzó una especie de militancia desde el lugar que ocupa como estudiante, como docente, en la
universidad, en el ámbito científico-académico, en cada espacio que habita.

“Hay cierta dificultad de las personas con discapacidad para acceder a la ciencia”
Ariel cuenta que aprendió mucho de sus compañeros y compañeras de estudio. Entre charlas y experiencias compartidas, emerge la mirada ajena sobre los cuerpos. En este sentido, afirma que faltan más personas con discapacidad en diferentes ámbitos, especialmente, en el ámbito científico. “Creo que nosotros tenemos que tener una voz y producir nuestro conocimiento para poder pelearla también desde adentro. En muchos lugares no tenés acceso a lo básico: rampas, ascensores, no están adaptados los baños… Pero pasa en todos los ámbitos. Te vas a medir ropa y si no tenés equilibrio te caés”.

Su convicción sobre las cosas que se pueden lograr desde lo colectivo, lo llevó a preguntarse sobre cómo, desde la ciencia, puede alzar su voz y marcar la diferencia. “Somos objetos de estudio, pero no sujetos de estudio. Quedamos relegados a empleos que por ahí pueden ser manuales y no se nos considera como personas que podemos producir conocimiento también”, comentó el historiador.

Escribir sin prejuicios
Cuando comencé a escribir me dijeron: ´tenés una mezcla interesante entre lo universitario y la calle´, porque escribía con jerga”, relata Ariel para referirse a su recorrido en la escritura académica. Cree que en ese ámbito hay mucho tabú y prejuicio en relación a la discapacidad y a quiénes pueden publicar un artículo.

Escribir es una de las herramientas que tiene para desarrollar su perspectiva sobre el arte, el cine, la filosofía y la actualidad. Pero también, afirma que escribe porque alguien le abrió la puerta y le brindó la oportunidad de mostrar su mirada sobre el mundo. “Hay personas que podrían escribir cosas interesantes, pero no de la manera que nos imponen; una persona que, por ejemplo, presenta disgrafía. El lenguaje científico es muy normalizado. Hay personas con dislexia o dificultades cognitivas que pueden escribir cosas interesantes y no se las tiene en cuenta”.

“No nos define la discapacidad. A mí no me define la esclerosis múltiple. No podemos centrar nuestra vida en eso. Pero es verdad que tiene que haber herramientas”.

Ariel tiene la convicción de que el cambio es humano; de que para revertir algunas situaciones, hay que escuchar y entender. Agradecido por la oportunidad que le brindó CILSA, resaltó: “El aporte de estas ONG es visibilizar lo invisible. Son espacios de microluchas, proyectos que hacen que la vida tenga sentido”.
Asimismo, manifiesta la necesidad de implementar un sistema de becas para las personas que corren con desventajas para ocupar determinados lugares. “A mí me tocó una experiencia muy buena en la UNICEN porque el respaldo es impresionante, la calidez humana es muy grande y no creo que en todos lados sea así”.

Frente a la pregunta sobre cuáles son sus sueños y sus proyectos, Ariel se toma unos segundos para pensar. En cuanto a su trayecto como académico, investigador y docente, sueña con seguir escribiendo y producir conocimiento para compartirlo. Encuentra esperanza en la ciencia y sentencia que leer un artículo, le puede cambiar la vida a alguien.

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