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La familia es el núcleo que conforma la sociedad, el eje central que constituye a los sujetos. Toda la vida es atravesada por las costumbres, los modos, los hábitos, los momentos, las enseñanzas y el amor del hogar. La forma de aprender de cada uno, de divertirse y de cómo se relaciona con los demás se nutre en el seno familiar para luego devenir en la construcción permanente de la personalidad.
Teniendo en cuenta esta idea, los niños querían regalarles a sus papás, a sus hermanos y hermanas algo que les sea propio, colorido y fruto de su creatividad. A partir de diferentes recuerdos que se fueron fotografiando durante el transcurso del año, como ser el Día del Niño, el de la Primavera, el taller de fotografía y en este espacio también, se seleccionó una imagen de cada uno de los chicos. Luego, se comenzó a dibujar con cartón reciclado, a simbolizar objetos que representen el espíritu de esta conmemoración tan afectiva.
Casas, árboles, sol y nubes, entre corazones, flores y estrellas, de a poco, empezaron a poblar el opaco cartón. El detalle principal radicó en cómo dibujar a mamá, papá, a los hermanos más chicos para que sean reconocibles. Los chicos pusieron mucha dedicación en el color de cabellos, en las vestimentas favoritas y en las estaturas de cada integrante. Las ansiedades se multiplicaron para que el viento ayudara a que los cartones, ahora ya transformados en cuadros familiares, se secaran rápido y encontraran a los destinatarios.
En una segunda etapa se recortaron los bordes, se los pusieron en bolsas transparentes con cintas blancas. Por último, unas simpáticas tarjetas con brillos fueron el cierre a los regalos. Ahora sí, listos para la foto grupal y para la hora de salida en donde el encuentro esperado entre dar y recibir se fundiría en una nueva foto en la memoria: abrazos y besos entre padres e hijos.
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