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Los atrapasueños se originaron en la nación norteamericana de Ojibwa. Durante el movimiento Pan-Indio en la década de los 60 y 70 fueron adoptados por los nativos norteamericanos de diferentes pueblos. Incluso, llegaron a ser vistos como un símbolo de identificación de la cultura nativa.
Tradicionalmente, los Ojibwa construían los Atrapasueños atando hebras alrededor de una argolla circular o con forma de lágrima, resultando una red similar a una telaraña.
A partir de temas abordados en el hogar de día, como ser la alimentación, la salud y el deporte, es que en la tarea de realizar un esquema de las rutinas cotidianas surge como tema emergente la importancia del descanso, de dormir y de cómo era soñar, inclusive teniendo pesadillas. Es ahí, donde la propuesta de este taller de diseño y confección de Atrapasueños cobra sentido y significación para los niños.
El Atrapasueños, colgado sobre la cabecera de la cama, es usado a menudo como un hechizo para proteger a los niños de las pesadillas, de las visiones malignas. Los Ojibwa creían que un Atrapasueños filtraba los sueños de las personas, de manera que los «buenos sueños» pasaban por el centro hacia la persona que duerme mientras que los «malos sueños» eran capturados por la malla y se desvanecían con el primer rayo de luz del amanecer.
La idea de usar lanas de colores y plumas fue novedosa y los llenó de expectativas. Entonces una vez que entrelazaban los dos círculos de alambre, fácilmente daban comienzo a la segunda fase de formar esa especie de telaraña colorida. Hubo algunas idas y vueltas en la elección de la forma y sujeción del material, pero pudieron sortearlo para pasar a colgar las cintas en la parte inferior. El detalle final fue la colación de plumas en los extremos de estas últimas.
La merienda transcurrió rodeada de atrapasueños, cuentos y ganas de soñar.

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