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La cocina es un lugar de encuentro de la familia y es también un espacio donde desarrollar la creatividad. El cocinar no sólo sirve para que nos podamos alimentar, además, es un acto de amor para con los que queremos. La enseñanza de la cocina en la infancia resulta un medio poderoso para iniciar la independencia de los niños a través de un camino divertido y creativo.
A través de esta actividad, los peqeuños logran mayor confianza en su capacidad de crear soluciones, pueden expresar su creatividad y desarrollar sus sentidos, educan su sensibilidad al tacto, la vista, el olfato y el gusto, aprenden a gozar con lo que hacen para sí y para los demás. De esa forma, fortalecen los lazos afectivos con sus seres queridos a través del producto de su obra. Pueden aprender también sobre nutrición, higiene, las propiedades y los procesos de producción de las comidas.
Con el taller de cocina se logra en los niños un acercamiento a las buenas costumbres alimentarias, salud para su cuerpo y alegría para su alma. Lo que allí se aprende como un juego es útil para el resto de su vida. En el primer taller de cocina del año, se renovaron los delantales y se elaboraron unas ricas trufas.

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